jueves, 22 de septiembre de 2022

La ducha

 

Me purifica el llanto de una flor.

 

Recibo los recuerdos, que son de agua y caen como lluvia,

desordenados, ausentes, como un vendaval amante.

 

Trina mi piel porque le alcanza la música de un soliloquio infantil,

inviernos o veranos asoman en las moléculas que conocen su doctrina,

que empapan el silencio con los ecos lunares que el torrente del agua

dibuja en mis omoplatos, en mi abdomen monticular, en mis nalgas

y mis muslos que se dejan querer como novias primerizas.

 

La esponja es un coral retráctil, historias de Grecia en su vientre,

la caricia danza a través de sus poros, igual que un ballet

que persiguiera, incesante, el secreto de un itinerario infinito.

 

Pero tú piensas en las nubes que amaron el gris de las alturas,

frías y estériles, como huérfanas de luz, el vapor ahoga mis labios,

humedece la raíz de mi ternura, escribe con gotas de clepsidra 

poemas líquidos, sin la música del día, pues la noche apaga 

el murmullo de esta fuente que me limpia con su rocío de madre.

 

Hoy descubrí tu sombra de sirena en mi sexo húmedo.


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