Suena un teléfono de pared, en qué ayer vivo.
Mira el
escarabajo de Egipto, negro,
labrado,
sólido y terrible, ante mí.
No dibujes en
mi piel la geometría
de este
pasillo sin alma, lánzame al espejo,
liso, borroso, donde no llueve.
Lo
invencible eres tú, coraza de abril,
alveolo que
respira mi sed.
En el reloj
los minutos son de fragua.
Hemos
salido de las fotografías
en
procesión cansada, sin luz.
Apiádate,
tiempo, de nosotros.
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