Ya no busco
metáforas en las estrellas,
el pasado no retorna a mí como un espejo vivo,
los lugares
habitan la mortalidad de los relojes,
los sucesos
arribaron a las orillas difusas del ayer
con su velamen herido.
Tampoco
estás tú, ni ellos, los fantasmas sin pudor
que
alimentaron mis versos. Me falta el oro de la infancia,
la saudade se
dibuja hoy en un caleidoscopio de imágenes rotas,
aquel pub,
la playa, la ciudad, la isla, los secretos, la nube
y mi
memoria nadan en lo oscuro como peces sin branquias,
como flores
de agua que un río virgen arrastra al olvido.
Por fin, existo en la realidad y no en la ficción, la rutina de los días
circula por mi sangre, tan solo el flujo sutil de un trabajo,
la familia y sus actos simples, el ruido omnipresente,
la deidad del dinero, los televisores encendidos de madrugada,
son ahora mi quehacer, que le escriban otros a la musa.
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