Otra vez la insustancial palabrería que somos.
Y la confesión inútil cuando las copas ya están vacías.Ahora, mudos, es el instante de la mirada perdida.
Me salva su proximidad, el calor de su palabra,
las piernas extendidas, las piernas enormemente largas,
sus pechos puntiagudos bajo el abrigo rojo.
Afuera hay un reflejo de luna llena,
en la plaza su labio me roza,
su labio de mercurio, su labio húmedo
que no sabe huir.
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