domingo, 25 de octubre de 2020

Oda a un gorrión invisible

Huevo simple, amor de hebras, barro y urdimbre.

Qué breve el latido común de picos anhelantes en la tejavana.
Las alas, plumaje gris, suave estrategia de la vida
en el impulso imberbe del alevín inquieto.

Ahora divido el aire, la pluma remera
es un timón embriagado, dibujos suicidas
entre las nubes, el halcón guerrero
como un tótem aviar.

Ejerzo la sincronía, la levedad y el músculo grácil
para seducir a la hembra,
el colibrí nace y muere
en su ejercicio de íncubo,
la golondrina actúa
como un pájaro ciego
que rasga la sombra,
el águila exhibe la robustez arcaica
de los símbolos
en el ocaso febril.

Cigüeña sin campanario,
vencejo que tirita,
gorrión soy.

Una estatua de mármol
con su zafiro roto
me acoge,
un grumo de pan olvidado
es mi alimento.

Nadie sabe
que existo.


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