Me refiero a los próceres, teatrillo de palacios,
piscinas, automóviles, dueños del mercado,
vestidos con trajes sin rubor como la mentira.
Pensaron que su escudo refractaba la voz pura de los profetas,
no se creían iguales porque defecaban en váteres de oro.
Pero ahora es el tiempo de lo humano, ahora la desnudez
es la misma para todos, y ya no valen la ambición
ni el latrocinio ni la fosa con la que ellos nos martirizan.
Ahora solo sirven la máscara, el plástico
y un miedo en que reconocerse.
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