Tú no sabías de la caída, solo escuchabas el eco
que una piedra deja sobre el agua.
Te divertía tocar los muros, tan húmedos,
y la oscuridad como un manto de liquen.
Arriba el brocal resplandeciente,
el cubo que tapa la luna y un ave rondando
el excremento de las ratas.
La cuerda es un hilo, broma de Ariadna
en este laberinto vertical,
agujero donde levemente caemos,
con tu cabo de vela en la testuz
que nos permite ver los jeroglíficos
que alguien escribió sobre la roca.
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