Y si vuelves del revés tu miedo. Qué tradición
puso en tus pupilas un código de asombro.
Regresar a mí, en un atisbo, en la noche, cuando
un segundo de luz ilumina la frialdad de este cubil,
tan recogido, con toda la vergüenza del existir
en sus paredes. Y un rostro, el tuyo-o el mío-
que el subterfugio de la vela encendida quiere
volver monstruosidad, risa invertebrada en un pulso
de reloj que nos maldice. Descubrí la hondura
de un alma brillante, sus crines de alabastro
ocultas al viento de la vida me sorprenden,
cautivo yo de su silencio. Girar del revés
la apariencia consentida, el aplauso de una obra
trastabillada en pentagramas unánimes, y ella,
Venus, pero qué Venus y cuál edad, tiempo, siglo,
Afrodita de carnes abruptas, sílfide de tez cristalina,
esqueleto de piel en enaguas que desfilan
tras el oropel de comidillas de vieja. Fealdad
de arrugas dobles, canon mutilado, suburbios
en un clamor de ascos y purificación de espejos negros.
Mira del revés los símbolos y sus guirnaldas,
acentúa en el seno de un corazón la silaba inconexa
que muerde la estética tuya; la única que importa, la
que sabe que la belleza tiene dos caras, porque la belleza,
como la luna, no ignora el otro lado de la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario