domingo, 5 de abril de 2020

Biografía de un delirio



Habitan pájaros en las colinas ciegas,
el mar es un signo o una llaga en el rumor del cielo.

Morí en una isa de ceniza, carbón y verde,
banderas de azul en los olivos
y el acento de los cactus,
tan virginal, tan exhausto.

Trompetas de viento surcan las nubes,
veo los paisajes de la infancia mientras el músculo del avión
incendia los mapas, hiere a los albatros
que regresan desde la infinitud del océano.

Soy un cuerpo sin victorias, joven aún,
en este hemisferio que roza las serpentinas del hastío,
que me marca con cicatrices viejas
de huestes ambiguas o cohortes de esparto.

Y vi, la garza entre la niebla,
y sentí desde mi periscopio de plata la lenta armonía del infinito,
y fue la orilla que borbotea el eco de tus pies,
entrelazados con el abismo.

A veces los automóviles mueren de amor
y hay gnomos bajo las duchas que cantan historias de maldad
que en sus labios fulgen y se vuelven arpegios,
rosas de alcanfor en mi corazón agreste.

¿Quién eres? Niña que recorre las almenas de un ventanal,
la muralla atónita vestida de escarcha,
un campanario que sufre por su aguja triste,
la luz de una tasca que invita a la sed
y dona la alegría del sudor y la nieve.

Me soñarás cada día como el peluche que envolviste en celofán,
pensarás en los ríos y en las catedrales,
en cómo una mano dibuja tu felicidad;
y serán las estatuas la carne de tu bienvenida,
junto a mí que me desvisto bajo las hojas del antiguo roble,
ese que al pie de tu casa da sombra a los ancianos
y finge que vuelan los vencejos para que escuches
como la vida engaña a sus acólitos,
como el futuro es la cáscara que una vez dibujaste
con tu verdad de ojos azules y tu perdón
que es un galgo que corre tras el tricornio del vendaval,
el alfil con el que sueña tu huida.

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