Eran tiempos de gomina y trajes oscuros,
de fajas de nailon y medias negras.
Fue en abril de mil novecientos sesenta y ocho,
mi padre llamaba a un taxi, mientras mi madre
iba al mercado con dos bolsas de hule.
En el tocadiscos sonaba Serrat con historias de payés.
La misma lluvia veo hoy en el cristal,
aunque ya no suene Serrat, ni tú te asomes al balcón
de aquella casa que derribó la excavadora.
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