miércoles, 1 de abril de 2020

Corazón amigo

Sale de ti la vida o llega a ti.
Lates con cromosomas azules
y la memoria circular de otros cuerpos en mí.
Tu rocío recorre las cavidades de la penumbra,
incendia la melancolía de los poros,
viaja tu magma hacia las islas primigenias de la densidad.
Hay en ti nautas que son algodón blanco
o rojas sirenas ateridas que surfean la corriente inaccesible del tiempo,
alud rotatorio, germen cíclico que impele la floración
y niega el miasma, que rompe en olas de éxtasis
o se amansa con la tibia placidez del niño que observa el mar callado,
el cielo tan de oro como las canicas que brillan sin futuro,
las barcas en un puerto recogido y blanco,
dulce y tembloroso, crías de un sol lánguido,
amable nimbo en el atardecer.
Pero tú bombeas historias sin regreso,
te sabes motor de las acequias que humedecen mis noches,
insistes con tu terquedad de años impares
para que mi razón te siga: segundos,
horas, siglos que vendrán bajo mis dudas.
Bendito corazón, músculo que me besa cada día,
hay en ti una locura de ángeles proscritos,
hay en tu sueño una herida que a mí me muestras sin llagas,
paciente tu serenidad si me adentro
y te busco para no sentirme solo.
Cuando dialogas con las huellas que ambos concebimos,
sin querer, al azar de una vida como cualquier otra vida;
yo te nombro porque quiero dejarme llevar por tu río
hacia la desembocadura de un crepúsculo que tú reconocerás
cuando el destino nos llame, a los dos, juntos.

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