El espejo de mi casa es mi mejor amigo.
Él recuerda lo que ya no soy, y me habla
con su voz melancólica de una piel
perdida,
de unos ojos grandes que miraban al
horizonte
como pájaros invencibles, de un esqueleto alzado
sobre la columna de los días, de una
sonrisa
que volaba con alas de futuro, de un
trino
en mi garganta de ave libre, del
resplandor
en mi rostro que el espejo me devolvía
como un diamante azul. A veces cubro
el azogue con mis párpados caídos, por
no ver el silencio ajado que me acompaña,
la naturaleza de un cuerpo que ya no
encuentra su antigua faz en la cara lisa
del mercurio. Y sin embargo me levanto
cada mañana y voy a su seno, en él está
mi vida, mi luz y mi esperanza. Que nadie
se lleve el espejo de mi casa, que nadie
me deje sin el mejor de mis amigos.
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