Creí que el tren era tuyo porque parecías
cabalgarlo
como una yegua experta. Los noviembres no
existen
en el papel de tu libro abierto, el
cristal desdobla tu perfil,
la luz del vagón es un regalo de flores
amarillas que no había
visto nunca, en el silencio solo fluyen
los pensamientos,
los tuyos llegan a mí sin querer, son río
y manantial
que mi cauce ordena, son la azul mariposa
del deseo
viajando lenta, en círculos, en espiral, hacia
mis ojos
que apenas ven tu espalda, el color de tu
vestido, la sonrisa
camuflada, el juego de la seducción en
treinta y cuatro minutos
de viaje. Tan cercanos tú y yo, tú que
eres un cuerpo, y yo tu sombra.
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