Ágil estatua que se orilla hacia el mar.
Vestida de ángel y de iglesias sin atrio,
en tu faro de espuma los peces rondan
igual
que nubes de silencio, lo mismo que
mariposas de infancia.
Me señalas un astro viril, la luz de Júpiter
es un ojo fúlgido,
las olas caen sobre el rocío de la noche.
Bajo tu abrigo hay góndolas que no despertaron
como lapislázulis,
leones tristes dormitan en los dibujos de
tu sábana.
Y en el paseo marítimo, al caer la noche,
caras de viernes
y bicicletas raudas como un disparo, un
epicentro
de gaviotas forma un círculo porque no ven
la línea
brillante que un barco, sin luces, traza,
al regresar.
Es muy tarde para el vino rojo, pero bebemos,
intensamente bebemos, hasta que el olvido
llegue
con sus cadáveres de invierno, con su
jardín helado por la luz.
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