He soñado con la ninfa que inventé en un atardecer de río.
Viajé hasta el sur en un trineo púrpura, volé con plomo
en los zapatos, sonreí al vampiro sin dientes, a la bruja
de los cuentos la invité a un gin-tonic, el can Cerbero
es hoy una estatua entre las lápidas del Peré- Lachaise.
Ulises me pusieron de nombre, pero no conocí a ninguna
Penélope, ni construí un caballo, ni regresé a Ítaca,
ni tengo memoria de que Troya fuera una ciudad.
Algunos me confunden con Jasón ya anciano, ven
en mí rasgos de un Minotauro sin laberinto, la belleza
de Antínoo carcomida, el hedor fétido que el cuerpo
de Adriano deja entre la nieve en un bosque de Germania.
Pero la verdad es que yo, únicamente, soy quien sueña.
Viajé hasta el sur en un trineo púrpura, volé con plomo
en los zapatos, sonreí al vampiro sin dientes, a la bruja
de los cuentos la invité a un gin-tonic, el can Cerbero
es hoy una estatua entre las lápidas del Peré- Lachaise.
Ulises me pusieron de nombre, pero no conocí a ninguna
Penélope, ni construí un caballo, ni regresé a Ítaca,
ni tengo memoria de que Troya fuera una ciudad.
Algunos me confunden con Jasón ya anciano, ven
en mí rasgos de un Minotauro sin laberinto, la belleza
de Antínoo carcomida, el hedor fétido que el cuerpo
de Adriano deja entre la nieve en un bosque de Germania.
Pero la verdad es que yo, únicamente, soy quien sueña.
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