El agua existe sin mí, aunque yo le de mi nombre.
La bebo y es su tibieza un manto de luz,
me ducho con su rocío palpitante,
las nubes expelen miríadas de gotas sobre mí,
germinándome, con moléculas del azar,
con semillas líquidas que acarician mi piel.
El agua solo entiende el soliloquio del manantial,
el gemido del acuífero, la salvaje marejada en un mar que crepita,
la pausa de los lagos con su silencio de flor abierta.
La lluvia hoy me moja con su coro de lentitud,
aquí, en el centro de un jardín, en el que estás ausente.
El día también existe sin ti, porque tu nombre es de agua.
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