Fíjate en la luz.
Fíjate como borda tu piel,
tus ojos,
el nimbo que eres.
Compartimos palabras en países extraños,
el idioma caía igual que la nieve cae en el vacío,
entonces los barcos eran el sur,
estandartes al viento en la línea del mar,
trinquetes altivos, plenitud de velas henchidas.
Qué ilusión de cuerpos,
qué marejada de olas en los labios,
qué ansia por conocer la guarida salvaje de todos los felinos,
qué gloria de puños alzados contra el barniz cotidiano.
Un río es el alma del agua,
en su interior solo hay silencio de hojas arrastradas,
otoño fugaz, fiebre líquida en el relumbre del atardecer.
Ya se ha ido la luz de tu piel y tus ojos son sombra.
Las palabras se escriben en diarios ocultos,
ningún país es tu país,
todos los barcos van hacia el norte
y no regresan.
A veces el recuerdo nos salva de nosotros,
de la corriente de este río que se agota en su ramaje de estuario,
en su palidez salina.
Fíjate como borda tu piel,
tus ojos,
el nimbo que eres.
Compartimos palabras en países extraños,
el idioma caía igual que la nieve cae en el vacío,
entonces los barcos eran el sur,
estandartes al viento en la línea del mar,
trinquetes altivos, plenitud de velas henchidas.
Qué ilusión de cuerpos,
qué marejada de olas en los labios,
qué ansia por conocer la guarida salvaje de todos los felinos,
qué gloria de puños alzados contra el barniz cotidiano.
Un río es el alma del agua,
en su interior solo hay silencio de hojas arrastradas,
otoño fugaz, fiebre líquida en el relumbre del atardecer.
Ya se ha ido la luz de tu piel y tus ojos son sombra.
Las palabras se escriben en diarios ocultos,
ningún país es tu país,
todos los barcos van hacia el norte
y no regresan.
A veces el recuerdo nos salva de nosotros,
de la corriente de este río que se agota en su ramaje de estuario,
en su palidez salina.
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