Los espejos reproducen mi imagen, sola.
Ya no suena el teléfono en el vientre de la pared,
su timbre ha dejado de llamar a los sueños,
no responde mi hermana al misterio de otra voz
en la tarde.
Por el pasillo bailan los cuadros sin moverse,
solo yo entiendo esa armonía del silencio estático,
la leve quietud que fluye como un río oculto
bajo las figuras retratadas o los paisajes que viví.
Ruido de cacharros en la cocina,
música en la habitación de Clara,
un flexo dibuja el círculo de un haz
sobre la madera de boj de la cómoda.
Siento la vida como un enjambre armonioso,
un telar de vivencias que se entrecruzan
bajo el ritmo de un reloj que acompasa
el fluir inalterable de las horas.
Conozco los pasos, las voces, la respiración de cada
uno de vosotros,
también estoy yo aquí con mi voz, mis pasos y mi
aliento.
Notad cómo la luz enciende, con calma, las sombras del
hogar.
Nace el día dentro del día, se escucha partir la
noche.
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