su piel de azogue,
admira la perfección con que reproduce tu imagen,
pálpate para sentir el abrazo del mercurio,
desdoblándose en ti,
vistiéndote con su perfil invisible,
duplicándote con su coro desnudo,
desafiándote con lo que no puedes negar,
esa herida del albor, el gesto sin paz
que ocultarás a los amigos,
la desolación que, impávida, vive también
en la exactitud sin alma de su noche.
Su crueldad de cuarzo pulido te incomoda,
lavas tu rostro ante su burla,
peinas tus cabellos con la rutina fugaz de un funcionario;
y siempre está ahí,
siempre palpita como una sombra de luz
que volverá a morir contigo,
al apagar el interruptor del baño,
en la penumbra que dejas.
Tú sabes que mañana te recordará de nuevo quién eres.
la desolación que, impávida, vive también
en la exactitud sin alma de su noche.
Su crueldad de cuarzo pulido te incomoda,
lavas tu rostro ante su burla,
peinas tus cabellos con la rutina fugaz de un funcionario;
y siempre está ahí,
siempre palpita como una sombra de luz
que volverá a morir contigo,
al apagar el interruptor del baño,
en la penumbra que dejas.
Tú sabes que mañana te recordará de nuevo quién eres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario