¿Cuál es mi territorio? ¿Quizá la hondonada del valle
donde el árbol de los ancestros se columpia en paz?
¿O el color del mar cuando extiende su iris en la espuma?
Solo vi un bosque, un bosque tupido, alegre, frágil
que se recogía en la luz. Vi un faro como un gigante triste,
y plazas de arena que manchaban un balón de trapo,
vi la ciudad, con el brillo de las estatuas, las cristaleras
blancas de la dársena enjalbegadas como caballos en abril.
Y no querer la mañana donde mi cuerpo revive la melancolía,
sin las sombras ni el suburbio, sin la ceniza de la juventud en el ojal
de todas las camisas que murieron antes de que soñara
que un solo escenario es el mío, la avenida del tiempo ido
y su arboleda de vocales mudas.
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