Así sois, gorros de la luz, amigos lunares.
Cuelgan del yeso lámparas de papel,
el hierro en cúmulo de brazos se ancla
en la pupila rectangular, esférica, ovoide,
como un párpado caído. Yo siempre veo
un mapa infinito en la llanura que me guarda,
siempre confío en su bóveda como el niño
confía en el arrullo. Siempre la noche se apaga
en la geometría que mis ojos espían desde el silencio
de un cuarto. Os contemplé en iglesias, donde la luz
baja en sombra como un duende multicolor,
en chamizos de paja húmeda o buhardillas
que gotean miedo, en las habitaciones
insípidas del rico, también en hogares
seriados que aman los números. A veces
la altura os aleja y el aire es más frío,
otras caéis encima de mí y sois una losa
y apretáis los silencios y morís conmigo
en un beso inútil.
Cuelgan del yeso lámparas de papel,
el hierro en cúmulo de brazos se ancla
en la pupila rectangular, esférica, ovoide,
como un párpado caído. Yo siempre veo
un mapa infinito en la llanura que me guarda,
siempre confío en su bóveda como el niño
confía en el arrullo. Siempre la noche se apaga
en la geometría que mis ojos espían desde el silencio
de un cuarto. Os contemplé en iglesias, donde la luz
baja en sombra como un duende multicolor,
en chamizos de paja húmeda o buhardillas
que gotean miedo, en las habitaciones
insípidas del rico, también en hogares
seriados que aman los números. A veces
la altura os aleja y el aire es más frío,
otras caéis encima de mí y sois una losa
y apretáis los silencios y morís conmigo
en un beso inútil.
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