Versar la melancolía con dos omoplatos tristes.
Lo que sueñas no cede ante la vida,
lo que sueñas es un resplandor de acantilados al alba.
En las horas amargas tu voz llega como un candil que alumbra.
Versar la melancolía con dos ojos alegres,
para que se encienda la luz y se apague la noche,
igual que un himno.
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