martes, 31 de marzo de 2020

Ante el espejo

Ir adentro de las pupilas, surco abajo,
hacia el país invencible de la infancia,
alta la mirada del descubrimiento,
el mundo como una ola de amor
y el don de la claridad y la risa,
los juegos sin fin en las alfombras que vuelan,
la rubia sed de la inocencia, entregándose,
limpia como agua de manantial, flor imberbe,
capullo vivo. Sube del estanque de los diez años,
escala las paredes de la juventud, te herirá el deseo
con su voz de plata, no entenderás el porqué
se vive entre las sombras, se adula al dinero,
se corrompe la ilusión. Será tu descanso
-esta línea no tiene riscos ni peldaños
ni recónditos espejos donde la vida te fustiga-
el labio que ahora besas, el cuerpo que se mece al son del tuyo,
el grito que destruye la realidad o el orden.
Prosigue la singladura, ya eres maduro, procreas,
trabajas sin preguntar, la costumbre te hace viejo
antes de ser viejo, y callas, resistes, piensas en el hijo
que pondrá sus alas en tu raíz marchita. Has salido del espejo,
de la sima a la cumbre la aventura es antigua,
tan antigua como la especie en que cicatrizas.
Pasaron, quizá tres minutos, y sigues aquí ante el azogue
recordando tus días y tus noches, tus noches y tus días.
Cuando al fin elevas el rostro solo ves un testamento
que no te gustaría firmar. Si apagaras la luz comprenderías
que tu destino es esa imagen que de pronto, ennegrece.



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