Solo un mar existe: la orla azul que siega el faro.
Es la noche fibra negra, la luna un alfanje de plata,
los peces átomos de noviembre que fulgen en la negritud.
Reviven las rocas con algas de infinito,
la arena relumbra como un jardín de nácar,
el palmeral se agita con el viento enmascarado.
Próximo a las nubes un cormorán hiende el horizonte,
el rayo feliz en mi ventana,
tu cuerpo, salino como la espuma,
es un resplandor de efervescencia láctea.
El amanecer escribe en el centro de tu piel una consigna:
que no sea ésta la última aurora que te abraza.
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