Un visillo o una celosía es el signo.
Yo sé que habita tu cuerpo entre las sombras,
que hay retratos y un balancín
o quizá una mecedora donde tu madre
cose el tiempo y los enigmas.
A veces la luz se adentra por el pasillo
como si tuviera miedo de crecer
o ignorara que tu casa está lejos del túnel,
próxima a una playa encendida donde te acuestas
y gimes.
Eva peina tus rizos
con el marfil o el nácar de las púas añejas,
lo veo si la claridad se recoge en la otomana
donde exhibes un gesto de amapola
o pájaro huérfano.
Habláis de las cosas presentes: la bonanza de la criada,
un compromiso inaudible, las ventas de un comercio que agoniza,
el futuro, siempre el futuro
en tu piel de perla.
En la habitación hay posters de iconos azules,
un libro de tapas sin color,
jerseys que nunca has tejido
ausente de la araña que no eres.
Soy yo el que contempla un sueño irreal
pero me basta al sentirte otra en ti,
la que serás cuando tu calle y la mía
dejen de ser la misma.
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