El techo surca los espacios como una nube amiga.
La casa sonríe, es mi casa, casa sin metros cuadrados,
virgen de huellas, cálida y oscura tras su vientre abierto.
Un resumen de paz es su signo, una luz que permanece
en los zócalos y reverbera igual que un nombre nunca
olvidado. Y el silencio y la iconografía que sin querer
comprendí al mirar sus corvas granuladas en la pared
de antaño, los cuadros con la pátina invisible de una mirada
perdida, los espejos que ya no lloran al ver la imagen
del futuro, el sordo rumor del presente. ¿Hay otro nido
donde se enmascare mi ausencia? No quiero, no busco
a la golondrina del hogar, para mí una sola caléndula
es la fe de este jardín, un solo círculo el crisol que hace
del tiempo volátiles cantos de esperanza, rizos alegres
de cautividad.
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