Ha iniciado el vuelo la mano, arabesco de espuma
su calidez, llega el índice al suburbio del rostro,
las falanges crepitan bajo la campana del amor,
se aproxima en un giro el anverso hacia el pómulo
vibrante, ella parpadea como una cría de pájaro,
sonríe antes del tacto, susurra las palabras
que vocalizan los labios, dulces, carnosos, lúbricos.
Se demora la epidermis de la carne, nada distrae al columpio
del embeleso, la uña quiere afilarse contra la piel tierna
pero huye al pavor de la herida, describe tan solo el roce
quimérico que no alcanza el relámpago. Ya se proyecta
sobre los ribetes del azul la muñeca cándida, duda,
tiembla en el propósito, se enerva y brinca, late y sufre.
¿Será que busca el reconocimiento fiel del rostro antes de la llegada?
Me sorprendo al mirar los nudillos, son las palmas abiertas un deseo
brutal y sin embargo es suficiente el dibujo en el aire, sin tocarte,
para que me sientas entregado a ti como un pensamiento
que nunca descansa.
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