martes, 16 de agosto de 2016

El turista disconforme

Bajó el sol hasta los tobillos del día.
El oro es blanco como un algodón perfecto.
Este rostro no es el otro ni el otro ni el otro,
la flecha indica el río de los cuerpos
y no hay sudor en la memoria.
No he pensado en los edificios cuando lo oscuro
vive en mí y me desespera.
Llevo un pan en la espalda que roza los músculos,
se entrega al aire
como un maná desahuciado.
Brilla la luz¿brilla la luz? en los ojos de la urbe .
Nada abre su corazón al mar
(no existe el sonido ni el margen ni el pálpito de las olas).
En el cauce de un río muerto
las jirafas escandalizan al marcapasos virgen.
No hay sombras ni sonido
ni volar de pájaros
ni aliento.
Habla el hombre del autobús con las silabas en éxtasis,
me río, nos reímos
porque la verdad es como una cebra herida
en los omoplatos del salario.
Al alejarnos de la ciudad un minúsculo eje de miasmas
nos reconforta
y quiero regresar, sí, quiero regresar
a las líneas marcadas,
a mi destino de hormiga
que prosigue y prosigue.





















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