miércoles, 31 de agosto de 2016

Mudos

Ya no hablamos.

El río pasa como un tren desnudo
y es la costumbre un mapa de flores
que muere en el tránsito.

¿Fue así la góndola de fiebre azul,
el Rossio de luces y mosaicos
en la plaza cubierta de sol?

Los cuerpos pertenecen a los cuerpos
y no hay lugar que escriba en la piel
el momento del ardor.

Cada ciudad es un mensaje oculto,
llegas, pisas sus silencios,
sus calles pobladas
de un algo que suda
en los labios de la multitud
pero que no se parece a lo que en ti imprime
su aliento de universalidad, de cantos prohibidos,
de historia que no envejece
en tu dicha.

¿Lo piensas tú también?

Dime si aún buscas la sombra del castillo,
un mar que sea plata
y a la vez imagen de los días que serán pasado
o los murmullos de países que entregan su luz
al viajero amante
que solo entiende la vida
como un secreto compartido en la noche.

Ya no hablamos de la juventud
y sus alas de viento frágil,
qué de los paraísos que el neón disculpa,
qué de los pisos compartidos
cuando el deseo inunda los portales
con el agua del amor.

Todas las raíces son una sola raíz,
una raíz de piedra, un poso que deja fluir los ecos
de una luna inmortal
en los ojos simples del presente.











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