martes, 2 de agosto de 2016

La suerte está echada

Si no fuera este alma, ¿qué sería yo?,
masa y músculos sin destino, un aura informe
que pulula sin saber en qué materia se agosta su memoria,
dos ojos en una piel volátil. Desde los pasos
pequeños hasta el mañana que imaginas,
desde la audacia del murmullo
hasta la lánguida actitud de un joven ausente.
No hay misterio en las olas sin retorno,
el mar es siempre una sirena rota,
las montañas existen porque hay cielos que las nombran,
tú existes porque unos padres
lloran juntos por el juguete que quisieran virgen.
Son los años los que rasgan la cortina
-te verás, me veré, como el náufrago que asiente con su isla,
su ensueño, su espejismo-para que sientas
que la luz pasó como un pájaro de enormes alas
sobre tu piel que creía ser sol
en los inviernos mágicos.
Porque tu camino era el camino sin mapas.
Gen a gen, iris a iris, rubor a rubor
las semillas encuentran el agua que sufre.
Es imposible imaginar cometas en la nieve,
igual tu ayer, tu hoy y tu futuro
ya escrito en los diarios de un dios,
ínfimo, minúsculo, tan alegre, tan inane
como la voz de aquel beodo Dioniso.


















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