Si te pudieras ver desde mi edad
como un roble tronchado por la vida,
igual que el jugador cuya partida
se juega sin final. En soledad,
con las mesas caducas, con las cartas
gastadas del tahúr, el humo denso
como una niebla dulce, el extenso
pasado ante la luz, lo que descartas
porque ya no vendrá-ni lo enmascaras...-.
Si te pudieras ver desde el destino
de unas manos ajadas, casi rotas...
es posible, tal vez, que desearas
un destello en la voz desnuda, el sino
de un espejo fugaz, tu vida a gotas.
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