domingo, 21 de agosto de 2016
Nace el día
Atraviesa la luz a la luz en un gris de azul.
Ya no mienten las gárgolas
cuando el agua escribe tu nombre en las aceras.
Duerme tu cuerpo en un ovillo de paz.
Yo escucho el cristal que llora,
la suave música de una lluvia
que entretiene mi iris.
¿Volverán las palomas y su zureo
que anoche arrulló las sombras?
Sobre el carmesí de la sábana
dibujas una memoria que quisiera guardar,
para siempre,
para cuando las golondrinas
sean sueño sin retorno
y tú el manantial donde mi razón se nubla.
Dicen que los centauros acosan a las hembras
entre relámpagos verdes.
La lluvia dibuja en mí
el perfil de un amante,
la emoción de las horas que no volverán,
que no volverán a mirarte.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Sobre el carmesí de la sábana
ResponderEliminardibujas una memoria que quisiera guardar,
para siempre,
para cuando las golondrinas
sean sueño sin retorno
y tú el manantial donde mi razón se nubla.
que maravilla Ramón, siempre tus poemas tienen un no sé qué adherido de tristeza que los hacen aún más románticos.
un abrazo
Muchas gracias, Sandra, por tu lectura y palabras. Un abrazo.
EliminarQuè triste el poema. Besos.
ResponderEliminarLa felicidad es efímera y todo lo efímero acaba siendo triste. Gracias, Amapola. Un beso.
Eliminar