Tantas horas calladas. El secreto
habita las paredes de esta casa,
su desnudo pasado es un boceto
de ribetes azules, la luz pasa
como alta claridad, sube al cristal,
a las leves molduras, a las cómodas
donde la caoba gime, al retal
rojizo de las sillas, a las rodas
de estos muros sin ángel ni pasión.
El sigilo no quiere otro cortejo
que su paso volátil, su codicia
no es materia o tapiz, solo ilusión
que puebla los rincones, un reflejo
en la piel de la noche. La caricia.
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