Recorro los pasillos de la casa
totalmente desnudos, sin objetos
que vuelvan al pasado, sin secretos
que oculten la verdad, sin la carcasa
de la memoria en mí. Sin tu blancura
de piel amanecida que es la luz,
la flor clara, la llama, el tragaluz
de todos mis silencios. Sin la oscura
presencia de tu voz en los espejos
cuando hablas del hastío que envilece
las heridas, los últimos reflejos
que nombran tu raíz. Lo que amanece
en las paredes frías como añejos
deseos de un amor que ya no crece.
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