Pasa en silencio con la indiferencia de una pluma
que se mece en el aire lento de la mañana, como
hoja de árbol que un día fue brote en el ramaje
y hoy es corazón de seda que recibe la caricia del rocío
en su nervuda faz, igual que el hielo fundido por el sol
cuando derrama sin alud la traslúcida piel que lo contiene,
en la respiración armoniosa de quien dormita después
de un suceso feliz, con la conciencia en calma y el cansancio
como un letargo de murmullos que acuna la paz de su noche,
vaga entre suspiros sin que nadie perciba la metamorfosis
de su madurez salvo el que regresa después de un tiempo
para descubrir el suave manar de la vida por las cosas, tan
diferentes que la memoria ya no acierta a reconocer ni su nombre.
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