La culpa no muere en la rosa del silencio
porque su luz da vida a los pétalos de la memoria;
allí está el timbre de un teléfono que sonó perecedero
en la soledad de mi casa mientras el temor como un ángel
oscuro atenazaba mis labios, mi voz y mi abrazo; allí la roja
ascua del arrepentimiento fulge entre los ecos de un perdón
que no llega; allí la cicatriz que se abre cada vez que respiro
al evocar la memoria el manantial de una herida siempre abierta;
allí el ahogo de los sueños cuando en su cenit solo hay llamas
de culpa que agitan la quietud de los párpados con su lengua
de ardor, con la febril inocencia quemándose como un niño
que repentinamente creció después de dar la espalda
a la bondad de la luz; allí ese fino alfiler que se hunde
en lo profundo y deja una mueca triste en el corazón
de la noche más festiva; allí yo que aún no sé cómo
escapar de esta sombra que llueve sin remedio ni final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario