Perderse como ayer, en el minuto de la luz o en el minuto
de las esquinas negras, anunciarse fósil que recibe bajo
su pedestal roto la canción sin voz de las fuentes dulces,
seguir a la hoja desprendida del árbol azul en su trayectoria
virgen de pájaro sin alas, y llegar al hilo que dejaste para mí
en la sed del manantial con la lágrima de los caballos caída
en surtidor de agua sobre el vientre circular del mármol,
perderse bajo el crepúsculo, sin la música que brota de tus ojos,
sin el cáliz de tu cabello bruñido de sol, sin las pestañas de la lluvia
abriéndose como ramas que sesgan la luz gris con su lloro infantil
de maná fértil, perderse hacia el polo sur de los espejos, en la noche
sin azúcar, en el hielo de tu sombra, lánguidamente diluido
en un rastro de luna junto a los márgenes del ámbar y el rojo
colibrí que trina amistad, sin las palabras ciegas del compromiso,
sin el asomo del fervor en los labios, antes de que a mi ansia
llegue el perfume letal del deseo, antes del silbido que aúlla
en los pórticos donde una estatua me recuerda el perfil
pétreo de tu insólita nada.
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