sábado, 24 de mayo de 2025

Un día en Caesar Augusta




Así aprenderás que la luz se escancia

como zumo de miel sobre baldosas sin sueño

en los atardeceres del olvido.


Cantos de farolas que hilan su collar al bies de una melancolía

que reluce en los cristales, crucigrama de espacios,

calles que llueven desde la rosa de los tejados

y su lágrima de pétalos azules.


Campanarios donde resuena la voz antigua de la taifa,

susurro del cierzo en la ventanas

y una sombra que une las paredes

como si respiraran el alma sagrada de la luz.


Y olerás un suave perfume a laurel,

la peonía habla como un pájaro que sabe el idioma invencible del tiempo,

clamor de palacios con sus torres como vientres fructíferos,

arcos que dibujan lóbulos de flor,

retícula que enreda las señales arcanas con artificio de yesería y estuco;

el aroma del naranjo, el devenir del agua en trino fugaz,

hay risas y tradición de juegos bajo los dinteles de roble.


Como en cualquier lugar las palabras fingen ser palabras desnudas,

verás un río que nunca fue espejo claro,

como sangre altiva envuelta en oro brotan los rizos de su caudal.


Descubre la diadema de los puentes y la cresta al sol de las iglesias,

el culebreo de las hojas de los álamos, la armonía sin dueño del agua furtiva...


Y al fin tendrás memoria del corazón de una Virgen

que es rumor que se escucha sin que ore nadie,

solo canto en los himnos del pensamiento,

en la carne de una ciudad de acento viril y cariños sin sombra

que llegarán a ti desde los arpegios de una música

que viaja con el aire como viaja la luz

por los senderos sin hogar de la transparencia.















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