Abre las puertas, las ventanas, los balcones
a la luz incolora, porque soy tú, guardián
de los tesoros que viven dos veces:
en el recuerdo y en la fiel realidad
de la materia, porque tu única llave
son mis ojos y tu único ser el desnudo
de mi sombra, porque te anuncias
sin avisar a la manera de los niños
alegres, porque estás aquí dentro
de un corazón que vibra con la
voz fértil de la añoranza.
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