Fuiste el recortado eje de un abril sobre la cintura
de un mar en sombra, en ti el rayo solar confundela ceniza gris con el jardín retorcido por la sed del aire,
flora que vence a los trópicos desde su altar de niebla,
dama que en la testuz exhibes cintas de verdor que caen
sobre una espuma que roe la escarpia del acantilado
oscuro, no hay en ti arpegio de luna, briznas de arena
por el sur estallan en siroco impar, y arden las flores
en el relieve múltiple, corola en la lengua del viento,
cal de revoques que se arraciman por las colinas negras,
pálpito de volcán y tierra generosa con la flor del plátano
como estallido de oro, a veces la lluvia moja el acento
frutal de tu voz con lágrimas núbiles, una sábana de polvo
encierra el sudario de la calima, no está aquí la humedad
de aquel norte que sobrevive en la cicatriz de mi memoria,
volveré al haz que tus faros encienden al atravesar el corazón
del océano, camino por donde regresa el tiempo sin virtud
de los desfiles, ahora que al fin soy la estela de un tren azul
que dibuja sobre la piel de la nieve nubes de escarcha.
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