Suena la llamada de un timbre.
Son las nueve de la noche.Aquí empieza otra vida,
la de los sueños,
la de una luz que inventamos.
No importa la luna llena ni los semáforos que agitan sus colores,
no importa lo cotidiano, el áspid que muerde la conciencia,
importa esta ansia de libertad que mi voz confunde con el aullido.
Dibujamos las líneas que no son las líneas de un mapa,
conocemos las paradas de esta diligencia nocturna
que recrea en nosotros la ilusión de ser ambos.
Tu imagen se posa en mi iris,
en la isla donde quiero que habites,
abstraída de ti, como una geisha
que viviera en el templo de mi memoria,
para que nunca quedara entre mis ojos tu ausencia.
En el ritual de la noche solo viven
la música, los vasos vacíos, los cigarrillos eternos,
las palabras prohibidas; no vive el ruiseñor
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