domingo, 20 de noviembre de 2022

El alma de tu rostro

 

Siempre que me miras ves al otro que hay detrás de mí,

aquel que vivió contigo la plenitud del tiempo,

los días felices cuando el mar no era una lágrima

ni el sol un fósforo húmedo, ni el amor un párpado

violentamente roto.

 

Siempre que te miro el futuro se ancla como un rubí

se ancla al destello para no dejarlo morir,

aún vistes de niña porque tu infancia se arropa en tu iris

bajo el color verde de los sueños.

 

Si nos miramos, en la penumbra de una habitación vacía

 

¿Qué vemos?

 

Yo veo la canción que nos unió,

el sexo en los hoteles de extrarradio

cuando solo importaba el crepúsculo en sombras,

cuando las noches tibias eran un cálido espejo

y el perfume de los rosales era en tu piel una señal de furia.

 

Lo que tú ves es la duda que en mis cejas brilló

como un resplandor extraño,

ves la pasión y el hambre del incauto,

ves la ceniza que dejó un cigarro entre las sábanas,

ves al ciego que no reconoce tu ansia,

ni aparta de sí a las libélulas del silencio.

 

En nuestros ojos hay témpanos y calor,

hay ortigas y seda, hay mansedumbre

y, también, el oscuro eco de las bestias

que habita en la forma de la luz.

 

Déjame que busque el alma de tu rostro,

no te alejes de mí.

 

 

 

 


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