sábado, 12 de noviembre de 2022

Noche, lluvia y mar

 

El cristal del mar, absolutamente negro.

 

Y la luz de la torre, tan amarilla como un limón derramado.

 

El silencio que es una esponja dormida

en lo más profundo de mi vientre.

 

Taxis y ambulancias, autos que huyen de los días laborables,

el alma del pedigüeño bajo cartones de luna.

 

Y ese epitafio neutro de los pájaros que duermen en las cornisas,

la paz de la estatua, eterna como un busto triste

que añora la sangre, la piel, los tejidos y el amor.

 

Los barcos en el puerto se acunan sobre la mansa piel del mar,

y un faro vertiginoso rompe lo oscuro, un reloj elíptico que resume en su haz la vida

y los misterios, una señal que todos seguimos sin saber por qué

hasta que llegue la claridad.

 

El amanecer es un columpio que arroja su lengua de fuego y después se retrae,

una niña que debe asumir la estrategia de la luz

para esconderse bajo su máscara de tótem alegre.

 

Quedó atrás el fruto del árbol, también tu cicatriz en el dorso de mi espalda,

ahora la lluvia cae y recita la salmodia del tiempo ido,

exhibe la bandera de las canciones sin voz.

 

Veo un corazón de óxido, una cruz de algas plateadas,

un horóscopo de marfil, una ruleta sin números.

 

Me moja tu nombre como una ducha fría.


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