La voz neutra de las amapolas, el fiel flujo del mar,
el descenso del pájaro y la lágrima que cae, la dura realidad
del recién nacido, la sirena de un barco que va a la deriva,
el tambor de la tribu que acompasa el latir del tiempo,
la rojez del cangrejo junto a la roca, el eco que llega
después del tronar como un estridente alud que nos
invita a la huida, la mano abierta del anciano que come
segundos, hambriento como un lobo perdido entre la nieve.
Mi piel, que ya no es mi piel, sino la huella de mi piel,
la sombra que te di y jamás recuperé, mis propósitos de sed
infantil que cayeron a un río sin orillas, los años de un amor
pulido por los silencios, la inquietud que me llevó a la noche
salvaje, a conocer sus hemisferios ocultos. Y esta mirada
mía que busca la razón del reloj, preguntándose para qué
giran sus saetas y dónde perdí lo que ahora es olvido.
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