En qué idioma hablarás a los espejos,
la luna concibe monstruos,
blanquecinos monstruos con guedejas de alba.
En qué país la noche es una araña de ojos de cal,
vuela la mariposa con el polen del color en su sombra,
en el círculo estéril los mapaches vigilan
el sueño celeste de las cariátides.
Vencejos escarlatas en los pasillos,
la plata como sangre gris se licua,
brota,
fluye
hasta los inodoros de pórfido,
hasta el canesú de la virgen que levita como un ave
mutilada
en su jaula de lapislázuli.
El sonido son los sonidos
cuyas branquias olfatean a los oscuros aprendices del
fracaso,
putas con mochuelos de azabache en los hombros,
puñaladas de carne abierta,
vulvas púrpuras bajo una luz fría de hospital.
Los bares creen en dios porque son halo que vibra en el
resplandor,
atmósfera de cuervos y serpientes,
lujuria sin vestidos de nácar,
desnuda como un rabo de nube.
Pasan los taxis con banderas de plástico,
las estatuas lloran,
en ellas hay un símbolo muerto,
los jóvenes alzan a su virgen líquida sobre vasos
cálidos,
brebaje de amor donde vierten palabras de ceniza.
¿Y nuestra madrugada de arrabal bajo el farol ambiguo,
entre las panteras de los diálogos enfebrecidos por el
alcohol?
¿Dónde tu esqueleto que atisba el mío para ser un
pedestal sin horarios,
una ola nueva que vence al dique de los tiempos mudos
y a las lecturas calladas de los catecismos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario