viernes, 11 de junio de 2021

Los restos de Octubre

Como empieza la luna a perderse

en los laberintos de la noche

fingen los árboles un amorío,

las estatuas color carne son señuelos de pájaros,

el libro de las algas huele a sal,

la comisura del neón se agacha para ser multitud.

 

Horas de la madrugada, líneas nocturnas de adviento,

las siemprevivas se cubren de agua, lluvia como llanto,

lluvia como alfiles húmedos que se derraman en la luz,

el frio bajo el soportal, los cuerpos sin nombre en las acequias,

el bulbo de la primavera, procaz, imberbe, henchido de lascivia.

 

Espera, llama a tu sombra, dile que atrase el sueño,

ante ti los horóscopos de la medianoche, un olor a infancia,

a cirios desnudos, a miel que nada en ceniza, y tú, sin amanecer,

los cabellos eléctricos y un desliz que te alza como ángel o bruja

entre ijares de caballos, las pérgolas relucen con focos, sin un dios,

solo la astucia del ser que ocupa la blanca sombra del silencio.

 

Déjame por un segundo tu maquillaje, las guirnaldas que esconden

los acertijos y los abalorios que tantas veces se mostraron signo

y penitencia en los albores de tu edad.  Volvamos al arrullo de la pianola,

la música es un aljibe de rumores, tareas en la penumbra, un soliloquio,

el ritmo naufraga porque la vida es un río sin tallos, desvío, muerte, sinrazón.

 

Esta noche, el microscópico gesto que me regalas sin consciencia,

la fragilidad con que enfundas el chal que cubre tu sol virgen,

los cisnes en la fuente, mi abrazo que te busca como si los perros

de la madrugada olisquearan el miedo que me lleva a ti, a tu

ausencia imposible, a la fantasía que duerme en los portales,

al rumor del agua que danza ante mí con tu voz y tu huella,

con tu finitud que trina, con los restos de octubre en mis omoplatos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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