Saldrás del espejo para convertir la nieve en añoranza.
Bordar la silueta en el alambre,concebir un hueco en el nombre que eres,
sentir el susurro como un idioma voraz
que compartimos con ángeles que sudan,
con libertinos vientos que agitan tu falda.
Se levantó el deseo y flotó como una nube
en mapas perdidos, bajo los soles, la quietud,
el pámpano y la estrella, mil músculos sin fiebre,
las rodillas rozándose, las bocas húmedas
de sed inabarcable.
Te elegí-me elegiste- en un tren vacío,
vítores de luna en las estaciones,
una canción en los labios
que se desdobla para soñar juntos.
Y un verso en la mirada con adjetivos blancos que llegan a ti,
reina del color, noria de un arco iris perverso,
clavel en la curva de un cristal insomne.
¿Has visto cómo muere un segundo?
Se arroja al abismo con candidez,
sabiendo que su edad
es su mentira.
Me susurras que somos como un candil
que brilla en la tormenta con orgasmos invencibles
y rosas que se alzan en su catafalco de luz.
Yo sé que descubrimos
a la vez
un río, un horario,
un hogar de paredes grises,
el silencio donde nada el éxtasis de las panteras,
el rojo crespón que se clava en el invierno.
Y aunque quizá nunca estuviste aquí
yo conocí tu sombra
y, después, al hablar de la misma ciudad
un hilo de palabras
encendía el vínculo probable de una coincidencia sutil.
En los mundos inventados vivimos la realidad,
si yo digo lluvia, tú dices lluvia,
si yo digo espejo
me miras y te ves en mis ojos,
en tu vaso y el mío
el licor es un rombo,
un polígono por donde pasan, fugaces, las imágenes que no fuimos,
o que fuimos
al inventar juntos dos vidas en una.
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