Una grieta tan honda como un surco sin voz,
ningún idioma conocido en la sima,
la lluvia de azufre,
los hongos de la luna creciendo como lámparas vegetales.
ningún idioma conocido en la sima,
la lluvia de azufre,
los hongos de la luna creciendo como lámparas vegetales.
Quizá las alfombras vuelen sobre párpados viejos,
es posible un ojo grande en los vértices
con pestañas de púrpura inventada.
Si te miro en el cristal amanecen hojas sin color,
la raíz del viento no susurra, los adjetivos no articulan el sabor de las sílabas,
hay un caos diminuto en su vocación de hebras
que dibujan esquinas sin hambre.
Ampárame de la luz que ilumina mi cuerpo,
horóscopos de abril sin un sortilegio.
Las ciudades son cenizas de árboles caducos,
en mi vientre sudan narcisos que quieren espejos
donde el yo exista,
tócame,
huéleme,
óyeme,
aunque jamás parpadee mi nombre.
Habrá un lugar de hondos círculos,
laberinto de franjas azules y blancas,
deslízate hacia la llave del misterio,
gatos terribles maúllan,
lagartos viejos rompen a llorar en las crisálidas.
En el ombligo del espejo vive tu noche,
infíltrate, ataca con voracidad su silencio,
la geometría inventa suburbios,
callejones albinos, chimeneas que expulsan un humo inmortal,
en mi almanaque las rodillas se elevan
y un hombre nuevo atisba otra longitud,
un espacio onírico donde vivir en el lado de la sombra,
pues la aventura no es más que el trino insistente
de un pájaro ciego.
Bueno, un poco de sombra está bien, pero la oscuridad absoluta a veces da pavor.
ResponderEliminarUn abrazo
En parte ya vivimos en la oscuridad aunque reluzca el sol. Abrazos y gracias por leer y comentar.
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