Tiene que llover dureza blanca.
Te has dormido y tu boca reconoce el plumaje
suave del almohadón, un perfume infantil
se acurruca en los rincones, el resol ha dejado
en la habitación una atmósfera virgen,
cálida como un beso.
Pero amenaza lluvia,
el gris ya no vive en el lirio de las nubes,
se acomoda en tu frente igual que un dragón de piedra,
con cúmulos fósiles,
la pesadez del tiempo anida en el coloquio de los días
hasta el frío exacto que desnudará tu álgebra.
Golpean mil malabares esféricos las cornisas,
granizo redondo que nos azota,
la piel cárdena es un mapa de volcanes recién nacidos,
sufre el aliento cuando me llamas
y es el sur un círculo de mariposas en el oasis de tu iris.
Suenan en los tejados los ruidos de la jauría,
automóviles cuyo párpado ártico no me habla,
caen uno tras otro,
jóvenes,
viejos,
aún niños,
la semilla del cristal húmedo no distingue la edad,
como no distingue el eclipse qué planetas se mutilan.
Ha granizado aquí, amor, hasta el silencio,
después quedará la pregunta del por qué,
salgamos afuera quizá el sol de noviembre nos responda.
El sol grato a veces responde todas las preguntas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Amapola, por la visita y el comentario. Un abrazo.
ResponderEliminar