miércoles, 25 de noviembre de 2020

Poema del viejo niño

 Quiero alas en el rostro,

una sonrisa y un mapa desconocido

por descubrir.

 

Que los hongos del bosque crezcan libres,

que el silbido exista al ver un carámbano de luz,

quiero la metamorfosis perpetua

y no el tejido conforme

de la vivencia.

 

Un lunar de tu cuerpo es un mundo de hojarasca y tiniebla,

la aventura sale de los libros y amanece en mi voz de lagartija

al sol del futuro. Dejé atrás el sarcasmo, la pérdida, la sombra

de mi vientre, hoy no hay un responso en el día, al contrario,

cohetes infinitos me regalan, tras su estallido,

un relámpago virgen.

 

La vida nos convoca en un ataúd de flores,

mi jardín creció bajo la experiencia del cosmos,

qué parte de un latido soy,

qué farolillo

de qué verbena,

expulsa hacia mí su crisol de serpentinas.

 

Todos los pétalos nos cubren con su canción alegre,

olvidar el silencio es un don como lo es el manto

que la ilusión deja sobre un sarmiento que agoniza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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